Acerca del Premio

El Premio Francisco Mercado tiene por finalidad promover la producción de conocimiento de calidad entre los y las jóvenes investigadores de Iberoamérica. El premio se otorga a la mejor tesis monográfica de doctorado en reconocimiento a su calidad y contribución a este campo de conocimiento, la cual fue realizada con métodos cualitativos en el área de la salud y en un país iberoamericano.

El premio honra los esfuerzos del Profesor Francisco Javier Mercado-Martínez en la formación de investigadores y su confianza en el potencial de los y de las jóvenes en la construcción de conocimiento y el desarrollo de la investigación cualitativa en salud.

El premio fue instaurado por el Comité Organizador del IX Congreso Iberoamericano de Investigación Cualitativa en Salud realizado en Montevideo, Uruguay en el año de 2021. Desde entonces, el premio forma parte de las actividades del Congreso Iberoamericano de Investigación Cualitativa en Salud (CIICS) organizado bianualmente.

En el arte prehispánico mexicano, los símbolos gráficos constituyen una forma de almacenamiento, una encarnación y una forma de conservación de experiencias, personas y substancias, de una memoria compartida colectivamente que no queda solo en la individualidad.

El logo simboliza a la persona, a Francisco Javier Mercado Martínez, que era su nombre completo; pero en los espacios de la academia era conocido como Francisco Mercado, el apelativo con el cual, siempre se presentaba a sí mismo. Francisco es el hombre de perfil en el logo.

Francisco fue un hombre de campo. De origen campesino, nació en Manalisco, un pueblo en el occidente de México. Ahí se enraíza su placer por caminar. Un caminante incansable del campo y de la ciudad. Pero, no era solo el placer de caminar, sino también de conversar. Siempre conversando, y que mejor que una expresión tapatía para describirlo, “como le gusta la guaguara”, cuyo significado se utiliza para quienes disfrutan de platicar. Una evocación permanente a uno de los medios más utilizados en la investigación cualitativa: la conversación.

El habla es un medio para acceder a las experiencias, las prácticas, las representaciones, los imaginarios, el sufrimiento, las luchas de los otros. La entrevista es una conversación; la empatía se sustenta en lo compartido durante la conversación en el trabajo de campo; e incluso, los comentarios al trabajo del otro, es una conversación entre pares. Por eso, el otro símbolo en el logo, ese pequeño colocado junto a su boca: la vírgula del habla. La vírgula es la representación gráfica del habla o del sonido, utilizada por los teotihuacanos, los mayas y los mexicas, culturas indígenas mexicanas de la época prehispánica. La vírgula aparece en los murales indígenas, en los códices prehispánicos de la Colonia y perdura hasta nuestros días en diversas expresiones artísticas contemporáneas del arte mexicano. La vírgula genera una sensación conocida y vuelve visible aquello que aparentemente es invisible, y siempre aparece de perfil y junto a la boca del personaje.

La vírgula de la palabra encarna, en este logo, la voz de los sin voz. Esa consigna de quienes asumen las posiciones críticas al interior de la investigación cualitativa. Una posición sostenida por Francisco toda su vida. Un día, en medio de una discusión, respondió, “debes entender que provengo de una generación de izquierda, que buscaba la revolución, de luchar por los desposeídos”. En una carta escrita por Francisco, hace más de tres décadas, se encuentran estas líneas acerca de hombres a quienes admiraba: “Y de repente me vinieron a la mente hombres y sus nombres con una gran capacidad para vivir, para manifestar toda la grandeza de su obra, toda la belleza de su trabajo y todo el ardor de su rabia en contra de una sociedad en la que estuvieron viviendo.” Esos nombres era Pablo Neruda y Ernesto Che Guevara. En su juventud, como estudiante de medicina, algunos de sus amigos lo recuerdan siempre con un libro bajo el brazo, no de medicina, sino El Capital de Marx o un texto de Nietzsche, de ahí, que le llamaran Nietzsche hasta su muerte. Francisco perteneció a parte de una generación que creyó en la revolución y en Marx, quienes buscaron transformar su sociedad y hacer el cambio que veían necesario en su país.

Dar la voz a los sin voz”, se ha convertido en un eslogan en la investigación cualitativa, pero cuyos textos pocas veces le dan voz a quienes no la tienen. Dar la voz, es ir en una dirección que cuestiona las condiciones de inequidad, vulnerabilidad, y exclusión. Para Francisco, la investigación cualitativa en salud debía estar del lado de los pobres, de explicar la desigualdad y también, de participar en sus luchas. En sus últimos años, se involucró con organismos de la sociedad civil participando en marchas, escribiendo manifiestos, enviando cartas de protesta. Los libros de teoría crítica, de epistemologías desde el Sur, entre otros, se encuentran en sus libreros, contienen notas manuscritas de ideas o críticas o proyectos a ser trabajados en el campo de la investigación cualitativa en salud. El perfil de un hombre de lentes y barba, es una imagen común de los cientistas sociales en México, cuando uno los mira, se parecen entre sí, pero no todos son de izquierda.

Pero el logo del premio guarda aún más en su interior. Su oficina era un espacio en donde siempre había jóvenes, mujeres y hombres. Francisco siempre alentó la presencia de los jóvenes en los espacios de investigación. A esos jóvenes, casi siempre, les regaló un libro: El hombre que plantaba árboles, el relato de un viejo campesino iletrado, quien diariamente, durante 40 años, sembró semillas de una variedad de árboles en una tierra inhóspita que dieron origen a bosques. Ese fue un sueño que Francisco mantuvo vivo durante sus 40 años en la Universidad de Guadalajara: sembrar semillas en el alma de los jóvenes, y que crecieran bosques, ya fuera en la investigación o en otros espacios vinculados a la salud. Sembraba cuando conversaba con los jóvenes en sus cursos, en sus encuentros dentro y fuera de la oficina, bebiendo una cerveza oscura, en la cafetería, en sus caminatas, aquí y en América Latina.

Para Francisco, apoyar a los jóvenes era una responsabilidad social. Abrir las puertas de la academia, de la investigación, de la ciencia, fue lo que recibió de sus maestros, y estaba obligado a lo mismo. La reciprocidad es una premisa ética en la investigación cualitativa, ser recíprocos con quienes comparten sus experiencias, sufrimientos e historias con nosotros. Francisco buscaba ser reciproco de lo que recibió de sus maestros, al dar la misma oportunidad a los jóvenes, abriéndoles las puertas de la academia. Esa es la razón por la cual el Premio Francisco Mercado, premia a la mejor tesis de doctorado en Iberoamérica, para abrir las puertas de la academia a los jóvenes investigadores, quienes privilegian la voz de los sin voz, cuya investigación está marcada por la excelencia en el conocimiento construido y aporta a la discusión de la desigualdad en la región.

Este es el espíritu que acompaña al logo del premio, abrir las puertas a los jóvenes, por dicha razón el logo fue diseñado por una joven, Itzel Torres, quien lo acompaño creando las imágenes de sus publicaciones. De igual manera, es un joven quien apoya en todo el trabajo que representa el premio, Mauricio Correa, quien se ha embarcado junto al Comité Ejecutivo en esta iniciativa.

La caminata, es una tradición de los hombres de campo, en la academia, caminamos por los senderos de la ciencia. Era recurrente que Francisco aludiera a su niñez cuando sembraba junto a su padre, don Cuco. El inicio del relato era: “dos de maíz y una de frijol” y al mismo tiempo movía los pies de cómo las cubría con la tierra. Los miembros del Comité Ejecutivo, continuaremos la tradición de “dos de maíz y una de frijol”, es decir, “dos años y una tesis”. Alentaremos, así, las caminatas de los jóvenes por venir, abriendo los surcos, para que un día esos jóvenes nos reemplacen en los ideales de un mundo justo con la confianza de que los jóvenes, continuarán esta tarea, a su manera, en el futuro.